Elecciones en Rumania: George Simion, pro Trump y pro Milei, lidera las encuestas
Rumania está a punto de convertirse en el próximo capítulo de una tendencia global que aterra a las élites: la irrupción de líderes antisistema, nacionalistas y profundamente críticos del Estado y de los medios tradicionales. El protagonista de esta historia es George Simion, líder de la Alianza por la Unión de los Rumanos (AUR), declarado admirador de Donald Trump y Javier Milei, abierto crítico del Estado y del progresismo global, antirruso y a la vez pro-OTAN y pro-Europa, aunque desde una visión euroescéptica en lo cultural y soberanista en lo político.
Simion, que hasta hace pocos meses no figuraba entre los favoritos, encabeza hoy todas las encuestas para las elecciones presidenciales de este domingo 4 de mayo, en un contexto donde el sistema político, judicial y mediático ha hecho todo lo posible por evitar que gane «el candidato equivocado».
El discurso de Simion interpela a millones de rumanos cansados del sistema: promueve valores tradicionales, apoya a la Iglesia ortodoxa, repudia la ideología de género, cuestiona a Bruselas y defiende la reconstrucción del tejido productivo nacional. En sus palabras: “No somos prorrusos, Putin es un criminal de guerra. Queremos una Europa de naciones libres, no de burócratas. Y Rumania debe ser soberana”. Su partido surgió de las bases durante la pandemia con un fuerte rechazo a las restricciones estatales y al relato único, y hoy se ha convertido en la principal alternativa política del país.
El caso Georgescu y la elección anulada
El ascenso de Simion se dio en el marco de uno de los episodios más escandalosos de la política europea reciente. En noviembre de 2024, Călin Georgescu, un candidato independiente con pasado cercano a sectores ultranacionalistas y simpatías prorrusas, ganó la primera vuelta presidencial con casi el 23% de los votos. Lo seguía Elena Lasconi, de centroderecha, con poco más del 19%.
Sin embargo, el Tribunal Constitucional de Rumania anuló toda la elección, alegando supuesta “injerencia rusa” en redes sociales, principalmente a través de TikTok. Según informes de inteligencia y de la Comisión Europea, cuentas falsas habrían promovido contenidos en favor de Georgescu. Esto bastó para proscribirlo del proceso electoral, sin pruebas concluyentes ni posibilidad de apelación. El caso generó polémica internacional, aunque la mayoría de los medios progresistas guardaron silencio o lo justificaron, consolidando así un nuevo tipo de censura: la anulación de elecciones por “desinformación” digital.
Esta maniobra del establishment tuvo un efecto búmeran. Muchos de los votos que originalmente fueron para Georgescu —en su mayoría jóvenes, trabajadores y votantes críticos del sistema— se canalizaron directamente hacia Simion, quien mantuvo su candidatura y supo capitalizar ese descontento.

Silencio e hipocresía de los medios
La reacción de los grandes medios internacionales ha sido igualmente contradictoria. Mientras se reprocha a los populismos que “vulneran la verdad”, las mismas voces han aplaudido cuando los mecanismos de censura arrinconan a un candidato incómodo. Incluso POLITICO informó que, antes de la anulación, habían surgido “preocupaciones” de que Georgescu se habría beneficiado de fondos ocultos y promoción online como parte de una operación rusapolitico.eu. Sin embargo, ese es precisamente el cuento oficial que justifica la purga: al alarmar sobre la injerencia externa, se oculta el arbitraje interno. Nadie explica por qué una acusación todavía no judicializada desencadenó la cancelación de una elección democrática ni por qué estos mismos medios no exigen cuentas a quienes ordenaron anular millones de votos. La prensa progresista, que suele predicar en favor del debate plural, guardó silencio sobre la enorme contradicción de sacrificar elecciones en nombre de la “integridad electoral”. Así se exhibe una doble vara: se denuncia la propaganda “antidemocrática” solo cuando conviene, y se asiente cuando la clase dominante blinda su control usando la desinformación como coartada.
El patrón que se repite
La historia rumana no es única. Es el mismo libreto que vimos en EE.UU. con Trump, en Brasil con Bolsonaro y en Argentina con Milei: un outsider crece, los medios lo demonizan, el sistema intenta frenar su avance, y la reacción ciudadana lo vuelve imparable. Simion incluso lo dijo en campaña: “A mí también me llaman extremista, traidor, espía, como a Trump o a Milei. Pero lo único que quieren es que no hablemos de lo que realmente importa”.
Y tiene razón. La narrativa oficial teme a los que piensan distinto, pero más aún, a los que no necesitan al Estado para llegar al poder. Por eso les asusta George Simion. Porque no lo controlan, porque no les debe favores, y porque podría ser el primer presidente rumano del siglo XXI en no rendirse ante Bruselas ni ante Moscú, sino gobernar con los pies en su tierra y los ojos puestos en su pueblo.
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