El legado autoritario de “Pepe” Mujica

descargar (3)

José “Pepe” Mujica, exguerrillero y presidente de Uruguay (2010-2015), es celebrado por su humildad, pero su pasado revela un proyecto político totalitario. Como líder de los Tupamaros (MLN-T), un grupo guerrillero marxista inspirado en la revolución cubana, Mujica se propuso «tomar el poder por las armas para instaurar un régimen socialista al estilo cubano en Uruguay». Según reportes históricos, los Tupamaros «desmontaron el ‘Estado burgués’ a punta de robos, secuestros y asesinatos». De hecho, esta organización llegó a asaltar bancos, poner bombas y secuestrar empresarios, políticos y diplomáticos para financiar su causa y sembrar el terror. La historiografía señala que el MLN-T mató al menos 30 personas, entre civiles y agentes del Estado, durante esos años de violencia.

Guerrilla y violencia política

Bajo la bandera revolucionaria, Mujica participó en la planificación de atentados que usaban la coacción como método político. Los Tupamaros plantaban bombas, secuestraban civiles y asesinaban, con la intención de derribar el orden democrático vigente. Este patrón queda claro: era un movimiento con una estrategia de guerra urbana, no un grupo de oposición pacífica. Tal como destaca la prensa internacional, Mujica y sus compañeros “formaron la guerrilla que aterrorizó Uruguay en los años 60 y 70”, realizando una campaña de bombas y secuestros contra el “gobierno civil” de entonces. Si bien él siempre aseguró no haber matado personalmente a nadie, las acciones de su organización implicaban asesinatos selectivos y un plan revolucionario basado en la violencia. Según el relato histórico, el MLN buscaba imponer la revolución marxista derribando instituciones civiles: “la guerrilla tupamara luchó contra la dictadura, cuando en realidad lo hizo en democracia”, apuntando siempre al “Estado burgués” y a la estructura social existente.

Ideología marxista y proyecto de imponerla por la fuerza

El objetivo de Mujica no era reformar pacíficamente Uruguay, sino lograr un socialismo a la cubana mediante insurrección armada. En sus propias palabras, pretendían inspirar “un alzamiento que condujera al socialismo estilo cubano” en el país. Este proyecto implicaba substituir la libertad individual por la colectivización forzada. La estrategia inclusiva de los Tupamaros —atracos, bombas y secuestros— era coherente con esa visión autoritaria: usaban medios violentos para obtener los fondos y atención mediática necesarios. No sorprende entonces que el MLN usara el secuestro seguido de asesinato de Dan Mitrione (asesor estadounidense) en 1970 como propaganda de guerra.

Aunque Mujica terminó abrazando la democracia décadas después, su militancia juventud revela que su “gran sueño” era cambiar el mundo imponiendo sus ideas por la fuerza. Escritores e historiadores han documentado que, al contrario de lo que vendieron sus relatos oficiales, la violencia tupamara no fue una lucha contra una dictadura, sino una guerra política en pleno régimen democrático. Ese objetivo autoritario quedó plasmado en sus métodos: atacar físicamente las instituciones y a civiles elegidos como “enemigos de la revolución”, sin miramientos por la vida o la propiedad ajena.

Participación de Mujica en el MLN-T: José Mujica se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) en los años 60, una organización guerrillera inspirada en el castrismo cubano, con el objetivo de instaurar un régimen socialista por la vía armada. Entre sus funciones y roles destacan:

  • Toma de Pando (1969): Mujica lideró el grupo que tomó la central telefónica, en un operativo donde los Tupamaros asaltaron bancos, la comisaría y otras instituciones estatales.
  • Fugas de prisión: Fue protagonista de dos fugas de la cárcel de Punta Carretas. En 1971 escapó junto a más de 100 presos a través de un túnel, en una de las evasiones más recordadas de la historia del país.
  • Herido en enfrentamiento: En 1970 fue capturado tras un tiroteo con la policía, donde recibió seis disparos. Fue operado de urgencia y sobrevivió.
  • Rehén de la dictadura: Tras su captura definitiva en 1972, fue uno de los «nueve rehenes» de la dictadura: el régimen amenazaba con ejecutarlos si el MLN retomaba las armas. Mujica pasó casi 13 años preso, varios en condiciones de aislamiento extremo.

Anécdotas personales relevantes:

  • Durante su reclusión, fue encerrado en un aljibe seco por más de dos años, lo que le causó trastornos psicológicos como alucinaciones.
  • Conoció a su esposa Lucía Topolansky durante la militancia armada. Años después, ella lo investiría como presidente de Uruguay.

Una guerrilla contra la democracia

Uno de los grandes mitos que aún hoy perduran es que los Tupamaros combatieron una dictadura. La verdad histórica es otra: el MLN-T actuó principalmente en un contexto de plena democracia republicana, con separación de poderes y elecciones libres. De hecho, para 1971 ya habían sido militarmente derrotados; la mayoría de sus líderes —incluido Mujica— estaban presos o muertos en combate. Fue recién en 1973 cuando se produjo el golpe de Estado en Uruguay, dos años después del colapso operativo del MLN-T. La narrativa que intenta justificar su accionar como una “respuesta a la represión” falsea los hechos y oculta que quisieron imponer un modelo socialista por la vía armada en plena institucionalidad democrática.

Del mito al marketing: la crítica más dura contra Mujica vino desde adentro

orge Zabalza, uno de los fundadores del MLN-Tupamaros y excompañero de armas de Mujica, fue quizás su crítico más lúcido y descarnado. En su libro Milicos y Tupas, Zabalza expone cómo Mujica “se sirvió del prestigio revolucionario del MLN para construir su carrera política personal”, alejándose cada vez más de los ideales que alguna vez proclamó. Para Zabalza, Mujica traicionó el espíritu del movimiento al negociar con los militares, legitimar el sistema político que antes combatía y terminar apuntalando una estructura de poder que consolidó los privilegios que decían querer destruir. En vez de luchar por la justicia social desde la coherencia, Mujica utilizó el relato romántico del guerrillero para llegar al poder, mientras desactivaba las banderas revolucionarias en favor del posibilismo político. Su figura, según Zabalza, encarna el reciclaje perfecto del revolucionario domesticado por el sistema, funcional al statu quo que decía rechazar.

Frase de las tanquetas y defensa de regímenes de izquierda

En su faceta pública más reciente, Mujica desplegó posturas polémicas que reafirman su autoritarismo ideológico. Su ya célebre frase al referirse a la represión en Venezuela –“No hay que ponerse delante de las tanquetas”– resume una lógica de sometimiento del individuo ante el poder militar. Con estas palabras defendió implícitamente la brutal represión de protestantes en Venezuela, sugiriendo que quien critica la violencia política “se expone” y debe aceptar los golpes del régimen chavista. Este alineamiento con dictaduras de izquierda contrasta con cualquier pretensión humanitaria: el MLN-T, su propio partido, respaldó públicamente al gobierno de Nicolás Maduro y calificó de “operación norteamericana” a la oposición encabezada por Juan Guaidó. Solo hasta poco antes de morir se permitió criticar a Maduro, y aun así mantuvo su admiración por el fallecido Hugo Chávez.

A pesar de proclamar valores de humildad, Mujica ejerció de “referente de la izquierda latinoamericana” tras su presidencia. Su imagen fue cuidadosamente construida por intelectuales progresistas: lo pintaron como el “presidente más pobre del mundo” y un sabio integrador. Sin embargo, no podemos perder de vista que ese halo de “viejo sabio” ocultaba un programa político radical. Quienes celebran su legado ignoran que él mismo rechazó los protocolos de Estado solo para dar ejemplo, pero jamás renunció a imponer su visión colectiva. Al fin y al cabo, Mujica no terminó multimillonario como otros caudillos de izquierda (de hecho, donaba casi todo su sueldo), pero sí mantuvo intacta la convicción de que el poder estatal debe reestructurar la sociedad en base a su ideología. Esa idea está en el fondo de sus acciones pasadas.

De la romanza a la libertad individual

La exagerada mitificación de Mujica como modelo de “político auténtico” debería preocupar a cualquier ciudadano de bien. Su proyecto, de hecho, es profundamente contrario a los valores de libertad individual, propiedad privada y responsabilidad personal. En palabras sencillas: un sistema que se sustenta en derrocar el “Estado burgués” con violencia no respeta la propiedad de ningún ciudadano, ni considera al individuo como fin en sí mismo. Los libertarios creemos que cada persona es autónoma y dueña de su trabajo y posesiones; Mujica, por el contrario, apoyó siempre regímenes que empobrecieron a la gente a costa de idealismos colectivistas.

Al culminar su vida, Pepe Mujica deja un legado ambiguo. Por un lado, su austeridad personal y su simpatía internacional le granjearon buena prensa entre intelectuales de izquierda. Pero desde una perspectiva liberadora, no olvidamos que fue parte de un proyecto autoritario disfrazado de humanismo. Ese proyecto buscaba imponer por la fuerza un modelo comunista y hoy sigue siendo peligrosamente romantizado. Los logros sociales de su presidencia no pueden borrar la realidad de su pasado: fue un revolucionario que optó por la violencia sobre el individuo y la propiedad privada. En su muerte, sus seguidores celebran un falso mito; los libertarios recordamos la historia completa.


Vikingo logo
El Vikingo
+ posts
Compartí esta noticia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *