Irán se rinde tras bombardeo de EE.UU. y termina por ahora la guerra contra Israel

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El conflicto entre Irán e Israel, que en las últimas semanas había escalado a niveles alarmantes, parece haber llegado a su fin. Pero no fue gracias a mesas de diálogo ni a tibias condenas de la ONU, sino a una decisión firme, estratégica y quirúrgica: Estados Unidos bombardeó las instalaciones clave del programa nuclear iraní, y el régimen de Teherán pidió la paz.

La intervención decisiva de Estados Unidos

A pesar de las predicciones catastróficas de los opinólogos globalistas, que advertían sobre el inminente inicio de una “Tercera Guerra Mundial”, el presidente Donald Trump —en su esperado regreso como comandante del mundo libre— autorizó una serie de ataques precisos que alteraron completamente el equilibrio de poder en Medio Oriente.

Los bombardeos, ejecutados con apoyo logístico israelí, apuntaron a objetivos estratégicos clave del aparato militar nuclear de Irán, incluyendo:

  • Planta de enriquecimiento de uranio de Natanz
  • Centro de investigación nuclear de Fordow
  • Complejo de misiles balísticos en Parchin
  • Base aérea de Isfahan (utilizada para drones de ataque a Israel)
  • Centro de comando de los Guardianes de la Revolución en Teherán

El mito de la paridad militar: Israel atacó blancos militares, Irán civiles

Durante semanas, Irán había lanzado misiles contra ciudades israelíes, con la clara intención de provocar bajas civiles masivas. A diferencia de Israel, que se limitó a objetivos militares, Teherán demostró una vez más que su guerra no es contra un ejército, sino contra la existencia misma del pueblo judío. Así lo había declarado el Ayatolá Jamenei, quien prometió “borrar a Israel del mapa” y, en sus discursos, también celebró la idea de destruir a Estados Unidos y asesinar a Donald Trump.

La diferencia de objetivos fue brutal: mientras Israel destruía infraestructura de guerra, Irán disparaba contra hospitales, escuelas y barrios residenciales. El último misil iraní —lanzado después de haberse pactado un cese al fuego mutuo— mató a cuatro civiles israelíes. Fue el acto final de una retirada disfrazada de “honor”, un tiro cobarde que sólo dejó en evidencia la desesperación de un régimen derrotado.

La paz forzada: cuando los hechos desmienten a los analistas de escritorio

El resultado final es tan claro como incómodo para los defensores del apaciguamiento: la estrategia de fuerza funcionó. La paz no vino por la vía diplomática, sino por la incapacidad de Irán de seguir respondiendo tras perder sus principales puntos de comando y sus plantas de enriquecimiento nuclear.

El presidente Trump, en un gesto de liderazgo internacional, pidió públicamente a Israel no responder al último misil iraní, para evitar una nueva escalada. Israel acató. La guerra terminó.

El éxito del liderazgo firme

La lección es contundente. La estrategia de paz mediante la fuerza —criticada por quienes ven a Estados Unidos como el problema y no como la solución— demostró ser eficaz. El régimen terrorista de Irán quedó debilitado y expuesto. No hubo Tercera Guerra Mundial: hubo un freno a un Estado terrorista.

Y mientras los progres de siempre lloran por la “intervención imperialista”, el mundo duerme más tranquilo: la bomba no cayó sobre Tel Aviv ni Nueva York, sino sobre las bases de quienes juraron destruir ambas ciudades.

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