La Doble R III: Relato vs Realidad del parásito Estado argentino
El columnista expone cómo el “concepto parásito” atraviesa a la Argentina: desde los ñoquis y las jubilaciones de privilegio hasta las empresas estatales que consumen sin producir. Una radiografía del contraste entre el relato que justifica al Estado y la realidad de un país empobrecido por quienes viven a costa de los que trabajan.
Relato y Realidad
Todas las historias oficiales siempre tienen una historia no oficial. Si la diferencia son solo detalles de forma y no de fondo, no tienen demasiada importancia. Preocupan las que tienen diferencias de fondo.
“Los contadores y el concepto parásito”
La diferencia entre la parasitosis natural y la de grupos humanos.
Se llama parasitismo a la relación que se establece entre dos especies —ya sean vegetales o animales— en la cual se distinguen dos factores biológicos: el parásito y el huésped. El parásito vive a expensas del huésped.
El parásito necesita de otro ser viviente para sobrevivir: compite por el consumo de las sustancias alimenticias o se nutre de la sangre del huésped, causándole trastornos de diferente índole, que disminuyen la calidad de vida e incluso amenazan su existencia. En la naturaleza es sencillo de ver, y el único remedio es encontrar y eliminar al parásito.
En las sociedades o grupos humanos ocurre algo similar, pero resulta un poco más complicado de entender.
Por un lado, hay una cantidad de individuos que producen más de lo que consumen: alimentan y hacen fluir la “sangre” que reparte nutrientes a todo el grupo. Por el otro, hay individuos que consumen sin producir o más de lo que producen.
La primera diferencia con la naturaleza es que este último grupo puede dividirse en dos:
a) Los niños y jóvenes que se preparan para vivir y trabajar. De ellos depende la continuidad del grupo.
b) Las personas mayores que ya hicieron su aporte en la vida, premiándolos y estimulando con ello a quienes están en actividad.
c) Los enfermos y discapacitados que no pueden generar lo que consumen por una cuestión ajena a su voluntad. Como principio ético, corresponde que la sociedad en su conjunto los sostenga.
En el segundo grupo encontramos a los “parásitos” que, sin tener impedimentos para producir, no lo hacen. Consumen lo producido por otros y, en algunos casos, obstaculizan las actividades económicas, logrando un doble perjuicio para el conjunto.
Ahí aparece la segunda diferencia con la naturaleza: no solo consumen sin producir, sino que también frenan la producción del conjunto.
La capacidad de desarrollo de un país y la magnitud de sus problemas sociales tienen relación directa con el lugar que ocupan estos sectores en la sociedad. Mientras más cantidad sean y más poder de decisión acumulen, más pobre será el país y más difícil su desarrollo.
Este grupo de parásitos puede clasificarse en subgrupos:
- Identificables: consumen lo que no producen, sin derecho natural a ello. Ejemplo: jubilados de privilegio. El prototipo del parásito.
- Ocultos: consumen lo que no producen, sin derecho natural a ello, pero no son tan fáciles de detectar. Ejemplo: el empleado público que no trabaja, el famoso “ñoqui”.
- Disfrazados: consumen lo que no producen, parecen trabajar pero en organismos ineficaces o innecesarios. No solo no producen, sino que entorpecen a los que sí lo hacen.
La tercera diferencia con la naturaleza es la más importante: el mismo individuo puede ser “parásito” en algunas circunstancias y no en otras. De ahí surge el concepto de “parásito circunstancial” o “concepto parásito”, para describir acciones que generan consecuencias similares a la parasitosis biológica.
Empresas estatales: el ejemplo más claro
En el sector público abundan los ejemplos, pero uno sobresale: las llamadas “empresas estatales”, un verdadero oxímoron.
Una empresa debe sobrevivir gracias a su eficiencia, compitiendo por consumidores que la eligen. El Estado, en cambio, se impone al contribuyente, sin competencia y sin necesidad de eficiencia para sostenerse.
Argentina, apelando al nacionalismo berreta y al mito de la “independencia económica”, priorizó durante décadas las empresas estatales, especialmente en energía y minería, con resultados catastróficos.
Un ejemplo es Hipasam S.A., instalada en 1969 en Sierra Grande para explotar hierro. Por ser estatal, sus costos eran altísimos y se prohibió importar hierro más barato, lo que encareció toda la producción nacional y dejó a la Argentina fuera de competencia en el mercado mundial.
El impacto fue devastador en maquinarias, bienes de uso y precios internos. El relato de la “defensa de la industria nacional” terminó arruinando la competitividad del país.
Los parásitos y el concepto parásito dañaron a la Argentina mucho más que cualquier plaga natural. El mejor reflejo es nuestra moneda: haber tenido que quitarle 13 ceros a lo largo de décadas.
Si la sociedad logra reducir el poder de estos parásitos y eliminar el “concepto parásito” en la toma de decisiones, Argentina puede volver a crecer y ser un país serio.
¿Por qué los contadores?
Porque pocos sectores sufrieron tanto el “concepto parásito” como la profesión contable. ARCA, AFIP, ONCCA, INAES, API, municipalidades, IGPJ, registros, sindicatos, obras sociales, bancos… la lista de organismos que imponen trámites inútiles es interminable.
Los profesionales independientes vivimos ese desgaste en carne propia. Somos quienes podemos señalarlo, generar propuestas de cambio y defender valores elementales: libertad, transparencia y eficiencia.
Un futuro posible
Las elecciones de 2023 fueron un “darse cuenta”. En 2024 y 2025 se tomaron decisiones correctas desde el Ejecutivo. El desafío ahora es sacar a los parásitos del Congreso y avanzar hacia una Argentina liberal, con justicia completa y respeto por la vida, la libertad y la propiedad. Solo así el desarrollo dejará de ser un anhelo lejano para convertirse en realidad.
