España comunista: avanzan las expropiaciones a empresas y privados

El avance del intervencionismo en nombre del bien común vuelve a abrir el debate sobre los límites del poder estatal y el lugar del individuo frente a él.

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España atraviesa una nueva polémica por decisiones impulsadas desde distintos niveles de gobierno que reavivan viejas tensiones sobre la propiedad privada, la autonomía local y el modelo económico del futuro.

🌳 Expropiación de tierras para megaplantas solares

En Andalucía, organizaciones como SOS Rural y Campiña Norte denunciaron la expropiación forzada de terrenos agrícolas, acompañada por la tala de cerca de medio millón de olivos centenarios en la localidad de Lopera. La medida, impulsada por la Junta de Andalucía, busca liberar espacio para la instalación de megaplantas solares, parte de los compromisos del “Pacto Verde” europeo.

Los portavoces de estas plataformas tildaron la decisión de “imposición injusta”, alertando sobre su impacto ambiental, económico y social. La producción agrícola, los puestos de trabajo y la identidad rural de la región están en riesgo, afirman, ante una política que promete futuro verde, pero deja dudas sobre los costos presentes.

¿Hasta qué punto un Estado puede decidir qué es “desarrollo” sin escuchar a quienes viven en la tierra que se transforma?

🏘️ Propuesta de expropiar viviendas vacías

En paralelo, a nivel nacional se discute una propuesta que permitiría al Estado expropiar viviendas que permanezcan vacías por más de dos años, con el argumento de atender la crisis habitacional. Aunque aún no se ha convertido en ley, la sola posibilidad ha generado alarma entre propietarios e inversores, que advierten sobre la inseguridad jurídica y el efecto desincentivador en el mercado inmobiliario.

¿Es legítimo que un gobierno declare ilegítima la propiedad simplemente por no estar habitada?
¿Hasta dónde puede llegar el Estado cuando decide que un bien «no cumple una función social»?


🟥 Pedro Sánchez: ¿modelo europeo o réplica bolivariana?

Detrás de estas iniciativas aparece un protagonista central: Pedro Sánchez, presidente del gobierno español y líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Aunque se presenta como un socialdemócrata moderado, Sánchez ha demostrado una cercanía ideológica y diplomática con regímenes como el de Cuba y Venezuela, incluso resistiéndose en múltiples ocasiones a condenar violaciones a los derechos humanos en dichos países.

Entre sus medidas más controvertidas:

  • Pactos de gobierno con Podemos, partido de inspiración chavista.
  • Intento de controlar al poder judicial con reformas cuestionadas por asociaciones de jueces y la Unión Europea.
  • Aumento sostenido del gasto público y subidas impositivas a clases medias y autónomos.
  • Intervención de precios en el sector energético.
  • Promoción de una ley de memoria democrática que reescribe el pasado reciente con fuerte sesgo ideológico.
  • Intentos de regular o censurar medios de comunicación con el pretexto de combatir la «desinformación».

¿Es casual que bajo su mandato se discutan expropiaciones, controles, y más intervención estatal?
¿Es Pedro Sánchez el síntoma de una España más autoritaria disfrazada de social europea?


🧠 ¿Una Europa verde… o cada vez más roja?

Ambas situaciones —la tala de olivos para instalar megaplantas y la amenaza de expropiación habitacional— revelan un patrón creciente en Europa: la expansión del poder estatal bajo nuevos nombres. Hoy se lo llama “transición ecológica”, “función social” o “crisis habitacional”. Pero el resultado es el mismo: el individuo cede espacio ante un Estado que decide qué se produce, qué se posee y qué es justo.

¿Dónde queda la libertad individual cuando la propiedad se vuelve condicional?
¿Es compatible una verdadera economía libre con que el Estado pueda disponer de tu casa o tu tierra sin consecuencias?


España, tierra de pensadores liberales como Ortega y Gasset o Salvador de Madariaga, parece hoy más cerca de replicar los métodos del Caribe que de consolidar su democracia liberal. ¿Estamos ante políticas de progreso… o ante el disfraz moderno de un viejo colectivismo?

La pregunta no es si el mundo debe cambiar: la pregunta es quién decide cómo y a costa de quién.

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