Barbarie en Independiente – U de Chile: la prueba de porqué en provincia de Buenos Aires reina la delincuencia
El partido entre Independiente y Universidad de Chile terminó en una carnicería: la policía bonaerense permitió que barras atacaran brutalmente a hinchas visitantes, con heridos graves, robos y golpizas salvajes. La inacción y la liberación de zona exponen la complicidad del gobierno de Axel Kicillof, más preocupado por proteger a los violentos que a las familias que pagan para ir a la cancha.
Lo que debía ser una fiesta del fútbol internacional terminó en una auténtica carnicería. El partido entre Independiente y Universidad de Chile dejó escenas de violencia brutal, en un operativo policial que no solo brilló por su ausencia, sino que fue cómplice y expuso a miles de personas a un riesgo de muerte.
Una inacción policial que costó sangre
Desde la segunda bandeja del estadio, los hinchas de Universidad de Chile comenzaron a arrojar grandes piedras y hasta ¡inodoros arrancados de los baños! hacia la platea inferior de Independiente. Este ataque se extendió durante casi todo el partido sin que la Policía Bonaerense, bajo la órbita del gobernador Axel Kicillof, interviniera para detener la agresión.
La pasividad fue tal que, pese a que los clubes deben pagar cifras millonarias para los operativos de seguridad, la fuerza policial se limitó a mirar cómo el estadio se convertía en un campo de batalla.
De la inacción a la liberación de zona
La situación alcanzó un punto de quiebre cuando, lejos de contener la violencia, la policía liberó la zona y permitió a los barras de Independiente ingresar a la tribuna visitante. Ahí comenzó una verdadera cacería humana: hinchas chilenos fueron perseguidos, golpeados con hierros y patadas, despojados de sus pertenencias y hasta de su ropa, mientras intentaban escapar ensangrentados. Muchos de ellos quedaron inconscientes en el piso y seguían siendo golpeados hasta el desmayo o hasta una posible muerte y despojados de hasta su ropa interior
Un caso extremo se dio cuando un hincha, tratando de huir de la brutalidad, cayó desde la tribuna hacia un piso inferior y quedó gravemente herido. Aun así, los barras siguieron golpeándolo y robándole en el suelo, frente a la pasividad absoluta de los efectivos.
Policías contra las víctimas
Los videos que ya circulan en redes sociales son escalofriantes: en lugar de asistir a los heridos, agentes de la Bonaerense empujaban a las víctimas ensangrentadas para expulsarlas del estadio, tratándolas como delincuentes.
Lo que debía ser un operativo de seguridad terminó convertido en una zona liberada, con la policía actuando más como cómplice que como fuerza de orden.
La caradurez del jefe de seguridad
Lejos de hacerse cargo de la inacción policial, el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, culpó a los organismos internacionales.
“Conmebol y FIFA determinan desde hace años los partidos con hinchadas visitantes”, escribió Alonso en su cuenta de X, asegurando que la ministra nacional “desconoce la aplicación de cualquier tipo de reglamento”.
Con total desparpajo, Alonso sostuvo que “todos los protocolos que corresponden al Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires y a la APreViDe fueron controlados, supervisados y aprobados”.
La declaración es un insulto a las víctimas y a los bonaerenses: mientras se multiplican los videos de hinchas chilenos ensangrentados, robados y golpeados hasta la agonía, la policía de Kicillof se lava las manos y se escuda en tecnicismos para no asumir su responsabilidad.
El silencio de Kicillof
En medio del escándalo y la indignación pública, el gobernador Axel Kicillof eligió el silencio. En su cuenta oficial de X, se mostró sonriente, promocionando supuestas iniciativas de “educación”, mientras evitó referirse a la barbarie ocurrida bajo su propia jurisdicción y con la policía que él mismo comanda.
El contraste es brutal: mientras hinchas chilenos y argentinos eran golpeados salvajemente, robados y hasta arriesgaban la vida en Avellaneda, Kicillof prefería mostrarse con fotos de campaña, sonriendo, en la provincia que ostenta las escuelas en los estados más precarios de toda la Argentina.
Ese maquillaje discursivo no alcanza: los bonaerenses saben lo que viven todos los días y esa realidad no se la va a poder mentir con fotos armadas en redes sociales.

Una muestra del fracaso bonaerense
La noche de Avellaneda deja al descubierto lo que viven todos los días los bonaerenses: la policía no actuó contra los violentos chilenos y su “solución” fue liberar la zona para que barras de Independiente resolvieran con más violencia.
Así funciona la policía de Kicillof: pico libre para la delincuencia y complicidad directa en el delito y la violencia. El resultado fue una masacre digna de las zonas más inseguras del país, donde el Estado aparece solo para garantizar impunidad a los criminales y desamparo a las víctimas.
El fracaso garantista de legalizar la delincuencia
Lo sucedido en el estadio de Independiente es un escándalo institucional y deportivo que no puede pasar desapercibido. La combinación de violencia barrabrava, liberación de zonas, caradurismo oficial y ahora el silencio cínico de Kicillof refleja por qué los bonaerenses viven encerrados y son víctimas de la peor inseguridad del país.
Bajo un gobierno que prioriza la propaganda antes que la seguridad real, la provincia de Buenos Aires queda convertida en tierra de nadie, y el fútbol argentino queda manchado con una de sus peores noches en décadas.
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