De la inflación crónica al ajuste libertario: Evolución de salarios y poder de compra de 2011-2025
En Argentina, la primera mitad de cada año ha sido un termómetro tanto de la inflación acumulada como del poder adquisitivo salarial. Este análisis comparativo revela cómo, tras años de políticas populistas con alta emisión y déficit –que dispararon precios y erosionaron salarios reales–, el primer semestre de 2025 bajo un gobierno de corte libertario exhibe una marcada desaceleración inflacionaria y recuperación salarial. Un drástico contraste atribuido al giro hacia el ajuste fiscal, la disciplina monetaria y la reducción del gasto descontrolado.
Inflación y salarios: comparación semestral 2011–2025
En la siguiente tabla se presenta la inflación acumulada en el primer semestre de cada año junto a la variación salarial nominal en el mismo período, así como la variación del salario real (ajustado por inflación). Se toman como base las mediciones oficiales del INDEC, pero para los años en que la Justicia comprobó que esas cifras fueron manipuladas por el entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno —hecho por el cual fue condenado a 3 años de prisión por mal desempeño en sus funciones— se utilizan estimaciones de consultoras privadas confiables. Esta manipulación no solo distorsionó la realidad económica interna, sino que incluso provocó que la Argentina perdiera un juicio con los fondos “buitre”, ya que las cifras adulteradas afectaban sus intereses contractuales:
Año |
Inflación 1er semestre |
Aumento salarial nominal 1er semestre |
Variación salario real |
|---|---|---|---|
2011 |
~12% (privado; Indec ≈5%)* |
~15% (nominal) |
+3% (real)** |
2012 |
~12% (privado; Indec ≈4%)* |
11,4% (Indec) |
–1% (real) |
2013 |
~11% (privado) |
12,4% (Indec) |
+1% (real) |
2014 |
~21% (privado) |
19,2% (Indec) |
–2% (real) |
2015 |
~13% (privado) |
15,1% (Indec) |
+2% (real) |
2016 |
~25% (IPC Congreso) |
16,2% (Indec) |
–9% (real) |
2017 |
~12% (Indec)undav.edu.ar |
13,3% (Indec) |
+1% (real) |
2018 |
~16% (Indec) |
9,2% (Indec) |
–6% (real) |
2019 |
22,4% (Indec)undav.edu.ar |
17,9% (Indec) |
–4% (real) |
2020 |
13,6% (Indec)undav.edu.ar |
14,2% (Indec) |
+0,5% (real) |
2021 |
~25% (Indec) |
22,8% (Indec) |
–2% (real) |
2022 |
~36% (Indec) |
34,3% (Indec) |
–1% (real) |
2023 |
~50% (Indec) |
47,2% (Indec) |
–2% (real) |
2024 |
(Transición Milei)** ~40% (est.) |
84,3% (Indec) |
+32% (real) |
2025 (primer semestre) |
15,1% (Indec) |
20,7% (Indec) |
+5% (real) |
Notas: *En 2011–2015 el INDEC estuvo intervenido; se usan estimaciones privadas (“IPC Congreso”) dado que la inflación oficial subestimada (e.g. 9,5% anual en 2011 vs ~22,8% privada). En 2024, la administración Milei implementó reformas a fin de año 2023; se estima una fuerte inflación heredada en el primer trimestre de 2024 seguida de rápida desaceleración hacia junio (dato anualizado ~40%, estimado). Variación salario real: cálculo aproximado de cuánto aumentó o cayó el salario real en el semestre, considerando inflación.
Esta comparación evidencia tendencias claras: durante los gobiernos populistas la inflación semestral fue elevada –incluso maquillada a la baja por Indec en la etapa 2011–2015– y a menudo los salarios apenas alcanzaron a empatar o perdieron contra los precios. En cambio, en 2025 (gobierno de Javier Milei) se observa la inflación semestral más baja de todo el período analizado, con recuperación del salario real, revirtiendo la tendencia negativa acumulada.
A continuación, se analiza en detalle cada subperíodo, vinculando los indicadores con las políticas económicas predominantes:
2011–2015: Populismo, inflación encubierta y paritarias al límite
En el primer lustro de la década, bajo el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, la inflación real se mantuvo en niveles elevados de dos dígitos cada año, aunque el gobierno intentó disimularla. El INDEC –intervenido desde 2007– reportó cifras poco creíbles (por ejemplo, 9,5% de inflación anual en 2011, cuando cálculos privados la situaban en 22,8%). Esto implica que en el primer semestre de 2011 los precios subieron en torno a 12% según estimaciones independientes, pese a que el Indec apenas reconocía ~5%.
Políticas monetarias y fiscales expansivas definieron este período: altos niveles de emisión para financiar el déficit, controles de precios y tarifas congeladas mediante cuantiosos subsidios estatales. Tales medidas sostuvieron un auge de consumo en el corto plazo, pero alimentaron la inflación subyacente. Las negociaciones paritarias lograron aumentos salariales nominales muy elevados (ej.: ~29% en 2011, según el índice salarial Indec), permitiendo incluso cierta mejora del salario real en años electorales (≈+3% real en el 1er semestre 2011, cuando el gobierno buscaba la reelección). Sin embargo, este esquema no era sustentable: en 2012 la economía se enfrió, la inflación anual privada rondó 25%, y los salarios apenas empataron la inflación (ligera caída de –1% real en el 1er semestre 2012).
Hacia 2013 el gobierno optó por un pacto de congelamiento de precios (acuerdo de “Precios Cuidados” y controles de Guillermo Moreno). En la primera mitad de 2013 la inflación se moderó transitoriamente (≈11% semestral), manteniendo los salarios reales algo positivos. No obstante, dichas políticas solo acumularon presión: tras las elecciones de 2013 vino un ajuste abrupto del tipo de cambio. En enero 2014 se produjo una devaluación del ~20% del peso, disparando la inflación. Ese primer semestre 2014 registró una inflación en torno al 20–21% (en el Gran Buenos Aires; el índice de CABA marcó incluso 38% anual en 2014, concentrada buena parte en la primera mitad). Los salarios, si bien obtuvieron alzas nominales considerables (~19% en el semestre), no alcanzaron a igualar la escalada de precios, resultando en caída del poder adquisitivo (≈–2% real).
Para 2015, último año del ciclo kirchnerista, el gobierno trató de contener la inflación con anclas cambiarias y tarifarias de corto plazo de cara a las elecciones. La inflación real rondó 26–27% anual (medición de CABA: 26,9% en 2015) con un primer semestre en ~13%. Las paritarias nuevamente pactaron subas significativas (15% en 6 meses), logrando leve mejora real (+2%) del salario para sostener el consumo. Pero este “modelo” populista dejaba desequilibrios: altísima emisión monetaria reprimida, atraso cambiario y tarifario, y un déficit fiscal financiado con el Banco Central. La inflación contenida artificialmente volvería a manifestarse plenamente en el siguiente período.
2016–2019: Gradualismo ortodoxo y saltos inflacionarios bajo Macri
En diciembre de 2015 asumió Mauricio Macri, con una orientación económica opuesta. Su gobierno implementó un sinceramiento de precios relativos: se levantó el cepo cambiario (lo que devaluó el peso ~40%), se redujeron subsidios energéticos con aumentos tarifarios fuertes, y el Banco Central (BCRA) intentó una estrategia de metas de inflación para frenar la inercia inflacionaria.
Estos ajustes iniciales tuvieron un costo inmediato en 2016: la inflación anual se disparó por encima del 40% (la más alta desde 2002). De hecho, estimaciones del Congreso indicaron más del 25% de inflación solo en el primer semestre de 2016, producto de la devaluación y tarifazos. Los salarios quedaron rezagados ese año –subieron ~16% en el semestre–, provocando una fuerte caída del salario real (–7 a –9% en la primera mitad de 2016). Fue un período recesivo donde el ajuste fiscal y monetario buscó estabilizar la macroeconomía tras años de atraso de precios.
Hacia 2017 se observó una desaceleración inflacionaria: la inflación anual bajó a 24,8% (IPC nacional), gracias a una política monetaria más contractiva y a la tranquilidad cambiaria (ingreso de capitales vía endeudamiento externo). En el primer semestre 2017 la inflación acumulada (~12%) fue menos de la mitad de la del mismo periodo de 2016. Los salarios nominales crecieron ~13% en seis meses, permitiendo una tímida recuperación del salario real (+1%). El gobierno logró cierto alivio inflacionario y recuperación económica en 2017 (año electoral de medio término), aunque a costa de atrasar nuevamente el tipo de cambio y postergar correcciones de fondo.
En 2018 la situación dio un vuelco: se desató una crisis cambiaria a partir de abril, cuando se revirtieron los flujos de capital (“sudden stop”) y el peso sufrió fuertes devaluaciones. El BCRA perdió reservas intentando defender la moneda y finalmente acudió al FMI. La inflación se aceleró bruscamente: cerró 2018 en 47,6% anual (INDEC), duplicando la meta original. En el primer semestre 2018 la inflación ya rondaba 15–16%, pero los ajustes salariales pactados fueron inicialmente bajos (~9% en seis meses) porque se habían estimado cifras optimistas. El resultado fue una profunda caída del salario real (−6% en ese semestre), que no se revirtió del todo pese a reaperturas paritarias más adelante. Las políticas monetarias se endurecieron (tasas altísimas, emisión cero), profundizando la recesión.
El año 2019 continuó con alta inflación y estanflación. Hubo una nueva escalada cambiaria tras las PASO de agosto 2019, al anticiparse un cambio de gobierno. La inflación anual alcanzó 53,8% (la más alta desde 1991). En el primer semestre 2019 ya acumulaba 22,4%, reflejo de la inercia alcista; los salarios subieron ~18% en ese lapso, quedando unos puntos por debajo de la inflación (≈–4% real). El déficit fiscal se había reducido con el acuerdo del FMI, pero a costa de recortar el gasto en términos reales; el costo social y la caída del poder adquisitivo se hicieron evidentes. Para fines de 2019, Argentina enfrentaba nuevamente una economía inestable: inflación elevada, deuda en estrés y malestar social por la pérdida de ingresos reales acumulada desde 2016.
En síntesis, el gobierno de Macri aplicó un gradualismo ortodoxo: intentó bajar la inflación sin shocks extremos, pero las correcciones incompletas y eventos externos terminaron en nuevos picos inflacionarios en 2018–2019. Si bien hubo un amague de control en 2017, la falta de confianza y desequilibrios persistentes llevaron a que la inflación semestral volviera a trepar (por encima de 20% en la primera mitad de 2019), con salarios reales en caída en 2018–2019.
2020–2023: Emisión desatada, pandemia y estanflación populista
Con la llegada de Alberto Fernández a la presidencia en diciembre 2019 (alianza peronista kirchnerista), Argentina retornó a un esquema expansivo populista en materia fiscal y monetaria, agravado por el impacto de la pandemia de COVID-19. En 2020 se expandió fuertemente el gasto público en ayudas y se financió en gran medida con emisión monetaria. Paradójicamente, la inflación de 2020 (36,1% anual) fue menor que la de 2019 gracias a factores extraordinarios: una recesión profunda y congelamientos de precios (tarifas, combustibles) durante la cuarentena. De hecho, en el primer semestre de 2020 la inflación fue 13,6%, muy por debajo del 22,4% del mismo periodo 2019. Ese alivio fue temporario y a costa de mayor represión de precios. Los salarios nominales crecieron ~14% en esos seis meses, prácticamente empatando a la inflación (+0,5% real). Cabe señalar que en plena pandemia se pactaron incrementos moderados y muchos trabajadores informales directamente vieron sus ingresos caer.
A partir de 2021, con la reactivación económica post-cuarentena, la inflación retomó fuerza: se aceleró a 50,9% anual (INDEC). El gobierno continuó con una política fiscal laxa (gasto público elevado, subsidios crecientes en tarifas y asistencia) y el BCRA emitió pesos para financiar un déficit en ascenso, aunque parcialmente esterilizados con deuda (LELIQs). En el primer semestre 2021 la inflación acumulada rozó 25%, la más alta desde 2016 para un primer semestre. Pese a acuerdos salariales más altos (22,8% nominal en 6 meses), el salario real volvió a caer (~–2%) en la primera mitad de 2021. Solo gracias a bonos y paritarias de emergencia a fin de año se logró que la caída anual del salario real fuese acotada.
El año 2022 combinó todos los ingredientes de un espiral inflacionario: mayor emisión para financiar el déficit (especialmente tras la salida del ministro Guzmán a mitad de año), pérdida de confianza en la moneda y shock externos (suba de commodities por la guerra en Ucrania). La inflación anual 2022 trepó a 94,8% (casi el doble del año anterior). Durante el primer semestre 2022 ya se acumulaba una inflación de alrededor del 36%, marcando un récord semestral en la década. Los salarios, ajustados trimestralmente en muchos convenios, aumentaron ~34% en ese primer semestre, pero nuevamente quedaron algo rezagados (≈–1% real). La pérdida de poder adquisitivo se agravó en la segunda mitad de 2022, a pesar de revisiones paritarias que intentaban seguir la inflación.
Para 2023, la situación derivó en cuasihiperinflación. La continua emisión para cubrir un déficit fiscal elevado, junto con la ausencia de reservas en el BCRA y la desconfianza general, empujaron la inflación a niveles no vistos desde los años ‘80. Según algunas estimaciones, 2023 cerró con inflación de tres dígitos (en torno o por encima del 200% anual). Hasta mitad de año, el IPC ya reflejaba una suba de ~50% en seis meses, con varios meses por encima del 6–8% mensual. De hecho, en mayo 2023 la inflación mensual tocó 8,4%, y en agosto 2023 (tras una devaluación post-primarias) superó el 10% en un mes. Los salarios nominales se ajustaban frecuentemente (cláusulas gatillo, bonos) y en el 1er semestre 2023 sumaron +47%, pero la inflación de ~50% aniquiló igualmente el salario real (–2% en ese lapso). La pérdida interanual fue mucho mayor hacia fin de 2023, cuando los precios corrían muy por encima de los ingresos.
El período 2020–2023, con un enfoque intervencionista y expansivo, mostró cómo el “modelo populista” de emisión descontrolada, controles de precios artificiales y gasto público sin respaldado derivó en inflación desbocada y deterioro persistente del salario real. Si bien 2020 fue atípico por la pandemia, en 2021–2022 Argentina quedó entre los países con mayor inflación del mundo, solo superada por casos de crisis extremas. Para 2023 el peso prácticamente había perdido sus funciones básicas, allanando el camino político para un giro radical en las elecciones.
Primer semestre 2025: El giro libertario frena la inflación y mejora salarios
Javier Milei asumió la presidencia en diciembre de 2023 con un programa abiertamente libertario. Sus pilares principales fueron:
- Shock de ajuste fiscal y reducción drástica del déficit, apuntando incluso a lograr superávit primario.
- Independencia del Banco Central (BCRA), con la promesa de eliminar la emisión inorgánica (ya sea mediante dolarización o una caja de conversión).
- Liberalización de mercados, desmontando regulaciones y controles para impulsar la competencia.
Estas medidas tuvieron un fuerte impacto en la economía durante 2024 y el primer semestre de 2025. Inicialmente, provocaron un salto inflacionario y una contracción económica, pero luego derivaron en una rápida desinflación. La inflación mensual se disparó a 25,5% en diciembre de 2023 (cuando Milei recién asumió) y 20,6% en enero de 2024, para luego comenzar una marcada desaceleración. Este ajuste inicial llevó la inflación interanual a picos cercanos al 166% en 2024. No obstante, hacia fines de ese año la tendencia se revirtió: en octubre de 2024 el IPC mensual bajó a 2,7% y en noviembre marcó 2,4%, el nivel más bajo de los últimos cuatro años. Aun así, la suba acumulada en todo 2024 rondó el 112%. Este proceso de desinflación durante 2024 ocurrió en un contexto de severo ajuste fiscal y caída del poder adquisitivo de los ingresos, con derrumbe del consumo y entrada en recesión tras las medidas iniciales.
La tendencia desinflacionaria se consolidó en 2025. La inflación acumulada del primer semestre de 2025 fue de solo 15,1%, la más baja para un primer semestre en al menos 15 años. En mayo y junio de 2025 se registraron variaciones mensuales de 1,5% y 1,6%, respectivamente – dos meses consecutivos por debajo del 2% mensual, un hito inédito en muchos años. Este nivel contrasta fuertemente con el ~50% acumulado en igual período de 2023. La inflación interanual se moderó a 39,4% en junio de 2025, revirtiendo catorce meses consecutivos de alzas y retrocediendo a niveles de 2017. En otras palabras, Argentina salió del podio de los países con mayor inflación, llegando a tener en junio de 2025 una de las tasas mensuales más bajas de la región.
Del lado de los salarios, el nuevo gobierno fomentó paritarias libres, pero gracias a la rápida baja de la inflación ya no fueron necesarias indexaciones exorbitantes. Es cierto que en 2024 el poder adquisitivo sufrió inicialmente (muchos convenios salariales quedaron rezagados frente al salto de precios), pero hacia 2025 la situación se revirtió. De hecho, varios convenios incluyeron ajustes atrasados de 2024, por lo que los salarios nominales subieron ~20,7% en el primer semestre de 2025, superando cómodamente la inflación acumulada del período (15,1%). El resultado fue un incremento del salario real de alrededor de +5% en seis meses – la mayor recuperación en un semestre de toda la serie reciente. Según el Indec, en junio de 2025 el índice general de salarios aumentó 3% mensual, claramente por encima de la inflación de ese mes (1,6%). En la comparación interanual a esa fecha, los salarios exhibieron un alza del 60,7%, muy superior a la inflación (~39%). Es decir, bajo la nueva política económica los salarios le ganan a los precios, revirtiendo años de caídas en la capacidad de compra. Esta recuperación se dio principalmente en el sector privado formal (muchas empresas otorgaron aumentos por productividad ante la estabilidad de costos), aunque también el salario mínimo vital y móvil fue ajustado periódicamente para apuntalar los ingresos más bajos.
Políticas monetarias y fiscales: gran parte de este cambio de régimen inflacionario se explica por el giro en la política económica. El gobierno de Milei implementó un estricto control de la base monetaria, cumpliendo su promesa de “no emitir un peso de más”. Se eliminó el financiamiento monetario del déficit mediante una reforma de la Carta Orgánica del BCRA, y se inició un esquema de competencia de monedas (con avances hacia la dolarización parcial) que ayudó a anclar las expectativas. Simultáneamente, en lo fiscal se ejecutó un ajuste duro del gasto público: se eliminaron subsidios económicos distorsivos (los precios de energía y transporte se llevaron a niveles de mercado), se redujo drásticamente la planta de empleados estatales innecesarios y se recortaron programas deficitarios. Este shock de oferta – aunque recesivo en algunos sectores al principio – logró secar la plaza de pesos excedentes y recuperar la confianza en la política antiinflacionaria.
Conclusiones
El recorrido del 2011 al 2025 expone dos modelos económicos opuestos y sus resultados tangibles:
- En los años de políticas populistas (tanto el kirchnerismo 2011–2015 como el período 2020–2023), la inflación semestral promedió niveles altos y volátiles, alimentada por la emisión monetaria para financiar el déficit y el gasto público descontrolado. Hubo intentos de contenerla con controles de precios y tarifas atrasadas, que fracasaron y acabaron en saltos inflacionarios mayores. Los salarios reales sufrieron: salvo contadas excepciones, en la mayoría de esos semestres el salario perdió poder adquisitivo (especialmente en las crisis de 2014, 2016, 2018–2019 y 2022–2023). El espejismo de aumentos nominales elevados se esfumó frente a una inflación que terminó licuando ingresos.
- En el interludio 2016–2019 (gobierno de Macri), de orientación más de mercado pero con gradualismo, se logró una breve desaceleración en 2017 mediante cierta disciplina fiscal/monetaria, pero faltó profundidad en las reformas. Las crisis de 2018–2019 evidenciaron que sin un ajuste completo, la inercia inflacionaria resurge. Nuevamente, los salarios reales se vieron perjudicados en ese bienio, mostrando la dificultad de proteger a los trabajadores en contextos de desestabilización de precios.
- Finalmente, 2025 contrasta fuertemente al marcar un quiebre: con ajuste fiscal, equilibrio de las cuentas y una estricta política monetaria (sin emisión), la inflación cayó a un dígito mensual y el país salió del ciclo vicioso. El salario real creció, impulsado por expectativas de baja inflación futura y aumentos nominales por productividad. Este desempeño inicial sugiere que un enfoque de libre mercado y disciplina macroeconómica puede restaurar la estabilidad que la economía argentina no veía en muchos años.
En conclusión, el primer semestre de 2025 bajo Javier Milei se destaca positivamente frente a todos los años anteriores: la combinación de déficit cero, fin de la emisión irresponsable y liberalización económica logró domar la inflación y mejorar los salarios reales en poco tiempo, contrastando con el modelo populista previo basado en “maquinita” y gasto público infinito, que derivó en estanflación. La lección editorial, desde una mirada libertaria, es clara: la única receta duradera contra la inflación y para la recuperación del poder adquisitivo es la responsabilidad fiscal y monetaria.
